martes, 24 de julio de 2018

Jornada divulgativa de la MEDITACIÓN. Rqamón Martinez PUSHAM

CHARLA: Algunos requisitos indispensables para la Meditación
Ramón Martínez (PUSHAM)
Escuela Sanatana Dharma, Mendillorri, 6-8-2018

                Hoy vamos a hablar de la meditación. Los que pasáis por Cestona y escucháis a Madhava, habréis oído que la única técnica del yoga es la meditación. Todas las demás técnicas son preparatorias. Voy a hacer yoga, está bien dicho, pero hacer yoga va encaminado a la meditación. Para ello, necesitamos sentarnos, prepararnos para meditar y alcanzar ese estado de unión consciente con lo que somos. Yoga, es alcanzar ese estado de unión consciente, porque unidos, ya estamos, siempre hemos estado, siempre hemos sido lo mismo. ¿Alguien ha sido otra cosa? En esencia, siempre hemos sido lo mismo. Pero, ahora, nos falta añadir a esa unión, el aspecto conciencia. Tenemos que despertar esa conciencia, para hacernos conscientes de esa unión. Para ser más conscientes, necesitamos un protocolo de trabajo. Cada día tengo más claro que eso que somos, ya nos hemos venido dando cuenta en diferentes momentos de nuestra existencia, aunque no lo hayamos reconocido como tal, porque no teníamos referencia. Sin embargo, el yoga, o al menos el estado inicial del yoga, es mucho más familiar de alcanzar, de lo que a veces, la mente nos cuenta.
                Venía, hoy, con la idea de hablar sobre algunos de los requisitos necesarios para alcanzar la meditación. El mayor enemigo que tenemos es nuestra mente. El mayor enemigo no está en la calle, no está fuera, no son los demás. El mayor enemigo está dentro y es nuestra mente. Nuestra mente no quiere que hagamos este trabajo, no quiere que le quitemos protagonismo, no quiere que le pongamos en un segundo nivel. Por eso, todas las técnicas de yoga, deben llevarnos a hacernos dueños de nuestra propia mente. En realidad, nuestra mente, por un lado es nuestro peor enemigo, pero por otro, es nuestro aliado más necesario para alcanzar la meditación. Se suele decir, en el yoga, que la mente es el mayor poder del universo. Pero si tenemos a la mente en el campo contrario, se convierte en nuestro peor enemigo. En realidad, todos los cursos que se realizan en el Ashram o en nuestras escuelas, si algo tienen en común, es: enseñarnos a pensar y a pensar bien.
Pensar bien es pensar lo que quiero, cuándo quiero, y cómo quiero.
                Esto no es sencillo. Si algo nos has enseñado Madhava a lo largo de los años es: Aprender a pensar, a pensar bien y hacer que la mente sea nuestro aliado. Una de las estrategias de la mente para confundirnos, es decirnos que somos lo que no somos. La mente suele usar dos estrategias. Una de ellas, consiste en seducirnos, en decirnos que somos la repera. Uno se lo cree y va ejerciendo ese personaje fantástico por la vida. Eso no es yoga. La otra estrategia, es dejar de creerte ese personaje. Pero, si dejas de creerlo, la mente, al final, te asusta, te mete miedo.  Ahí estamos lejos del yoga también. Y en el miedo, estamos siempre lejos del yoga.  Ni tanto, ni tan calvo. Por eso, tenemos que hacernos dueños de la mente, sí o sí.
                Una de las grandes mentiras que nos dice la mente y que se ha convertido en una pandemia, consiste en hacernos creer que nosotros somos la mente.  Tanto es así que alguien ha dicho, y se le ha considerado como una buena referencia : “Pienso, luego existo”. Y eso no es más que la respuesta a la creencia que yo soy la mente y su función es pensar que existo.    La visión del yoga es a la inversa. Existo, y porque existo, pienso, puedo pensar. Por eso, tenemos que dirigir, controlar, y concentrar la mente y eso nos llevará a la meditación. Una vez sostenida la meditación, ésta nos llevará al samadhi y el samadhi nos conducirá a la realización del ser.
                Es decir, primero, tengo que conocer aquello que quiero alcanzar. Para conocer eso que quiero alcanzar, me tengo que servir de algún conocimiento, necesitamos a alguien que previamente haya hecho ese trabajo, vaya por delante de nosotros y nos lo enseñe. Aquí el Maestro tiene su protagonismo, su valor, su función, su porqué. Después, ese conocimiento tenemos que hacerlo nuestro. Hacerlo nuestro significa no que sea una cosa intelectual, si no descubrir ese conocimiento en nosotros, Y eso sólo lo podemos hacer a través de nuestra práctica, de la experiencia. Cuando ese conocimiento lo descubrimos en nosotros, es nuestro. Ahora, ya sabemos. Ahora ya, conocemos el estado de yoga. Cualquiera nos puede rebatir lo que sea, pero ya tenemos esa experiencia. Quizás haya sido un momento muy fugaz, pero ya tenemos una referencia. Y mantener esa referencia en la práctica, no es alucinar.
                Recuerdo cuando yo empecé a hacer meditación, que la mente te cuenta muchas películas. La mente te cuenta maravillas de lo que va a ser la meditación y de cómo se va a transformar tu vida a través de la meditación. Maravillas inalcanzables. Inalcanzables muchas veces en la forma y en el tiempo. Si persistes en el tiempo, se irá revelando la verdad, poco a poco, eso que permanece. Y eso que permanece es más sencillo de lo que la mente cree. A veces, estamos meditando, esperando a que ocurra no se sabe qué, dependiendo de lo que a cada uno le dice la mente. Y precisamente, si algo ha de acontecer es: nada. El estado de nada es el estado de meditación. Ni ver cosas extrañas, ni oir voces extrañas, ni mensajes para dar a mis alumnos, sólo estar. Estar es nada, y que tu conciencia esté presente. En la medida en que eso se va dando, esa presencia, entonces nos vamos transformando.
                Cuando salimos de la meditación, parece que hemos perdido el tiempo, porque pensamos que no ha ocurrido nada que yo esperara que ocurriera. Sin embargo, ese “nada” es lo que nos va a ir transformando en el tiempo. Nos va a ir dando mayor capacidad de conciencia, aquí y ahora, así como mayor capacidad de rendición, aquí y ahora. La palabra mágica es rendición porque te conviertes en un canal. Un canal de lo que vas necesitando para que te llegue y te rindes a lo que los demás, por ejemplo, tus alumnos demandan a través tuyo. Por eso, se dice que el maestro aprende mucho más que los alumnos. Al rendirse, y ser canal de lo que los otros demandan, todo lo que llega se convierte también en el propio beneficio del maestro. Esto se consigue a través de sostener la práctica en el tiempo, aquí está la mayor de las dificultades, ya que si algo tiene la mente para liarnos, confundirnos y tentarnos, es el tiempo. La mente es la creadora del tiempo. Ni más, ni menos.
 Uno puede tener momentos de euforia, una gran disposición y realizar su práctica diaria con gran entusiasmo, su esfuerzo, su trabajo. Pero, ¿por cuánto tiempo? ¿1 año? ¿9 años? En mi caso, al principio, veníamos todos los fines de semana a Cestona, en viajes de más de 8 horas, que suponían un gran desgaste físico, sin hablar del psíquico. Pero, ¿qué pasó? que lo hice desde un momento de euforia. Y lo que ocurrió fue la ley del péndulo. Es decir, que te pasas al otro extremo, por saturación.  Y dejas de venir a Cestona por saturación. Así que los eufóricos tienen que tener cuidado y bajarse de esa euforia cuanto antes, y los que están desanimados tendrán que buscar estímulos cuanto antes. Así, como decía Buda, mejor seguir el camino de en medio, a la hora de tomar cualquier decisión.
Hoy vamos a hablar de algunos pasos claves para sostener la meditación en el tiempo.
1.- El propósito más elevado que tenemos es el yoga, es decir, la realización del ser.
Éste es el primer requisito. Mientras no entendamos y comprendamos que ése es el objetivo más prioritario, el sentido más elevado de la vida, la meditación está en riesgo. Al principio, esto no va a ser posible. Pero con tu práctica diaria, cada vez estarás menos influido por los estímulos externos. Muchas veces le he oído decir a Madhava: “tú haz lo que quieras, pero siempre tienes que tener tiempo para la meditación”. Para meditar siempre hay tiempo, y el resto para lo demás. Esto depende de tu escala de valores. Y la escala de valores depende de tu comprensión del sentido de la existencia. Hasta no comprender que venimos aquí, encarnamos, y que todo lo que nos pasa, todas nuestras decisiones que tomamos, todas nuestras experiencias que vivimos,  todas las personas con las que nos encontramos: familia, amigos, pareja, hijos, etc… no son más que un elemento estimulador para hacer este trabajo, la meditación está en riesgo. Yo vengo aquí para aprender de la vida, a través de todo lo que me encuentro.  Si no llegamos a comprender esto, la meditación está en peligro, y no podemos alcanzar el Yoga. Esto tiene que ver, también, con el Bhávana. Bhávana significa primero, el acercamiento intelectual a la unidad,  y después llegar a la compresión y percepción de esa unidad que subyace en todos los seres vivos, en nosotros, en todas las cosas y en todas partes.
                2.-El método
                Una vez conocido el objetivo, necesitamos un método. Existen muchos métodos en estos tiempos. Infinitos métodos, como infinitos nombres de yoga. Pero no todos son válidos porque muchos se han llevado al mundo de la competición, como ocurre con las artes marciales, y además han perdido la esencia, el objetivo fundamental, que nada tiene que ver con la competición. Nosotros, tenemos un método, que es el Sudha Raya Yoga. Y este método consta de tres elementos que lo remarcan. Es un método sencillo, coherente, y lógico. Es sencillo, alcanzable para cada uno de nosotros. Al principio, no vemos la coherencia, vemos las partes aisladas. Las asanas por un lado, el pranayama por otro, la filosofía por otro, los chacras etc. Pero después, poco a poco, alcanzamos la visión global de la ciencia del yoga, donde todo encaja perfectamente. El Sudha Raya Yoga, sintetiza todo. Todo está, absolutamente, ordenado y con una lógica total. Sólo es el factor tiempo lo que nos puede llevar al fracaso.
                Para desarrollar este método, no se necesitan grandes habilidades, o un gran nivel de inteligencia. He visto a personas con grandes habilidades intelectuales que se han quedado por el camino. Y me veo a mí, que no tengo grandes habilidades, y sigo aquí. La clave no es la inteligencia, el nivel de erudición, u otras habilidades, la clave es tener la capacidad sostener la práctica, la meditación en el tiempo.
El Sudha Raya Yoga consta de tres elementos: Bhávana, Karma y Dhyana. Si no están presentes los tres, no podemos alcanzar la meta. Si no  están presentes, el método no funciona.
Bhávana: Es el conocimiento, comprensión y estudio de la verdad. Para obtener ese conocimiento, alguien externo nos tiene que ayudar, por lo menos al principio, por eso es necesario un maestro. Ese estudio lo llamamos: Yoga Brahma Vidya .Yoga es unión, Brham es el Absoluto, y Vidya es el conocimiento de la verdad que subyace en todo. Ahora bien, ese estudio no es sólo teórico, sino también técnico.
Karma : El karma tiene que ver con las técnicas. Tengo que vivir ese conocimiento aprendido en mí mismo. El yoga es vivencial. Tienes que encontrar el yoga dentro de ti. Y eso se hace despertando la conciencia. Ahora, la gente dice: “hago yoga”. Pero, en realidad, sólo hace técnicas de yoga. Tendrá que haber unas técnicas adecuadas. Tendrá que haber un proceso progresivo, coherente, lógico. No cualquier técnica de yoga sirve. Como dice Madhava, las técnicas por sí mismas, no son inteligentes.
Dhyana: Es la meta en sí misma y tiene que ver con la meditación. La meditación sintetiza todo el trabajo previo, el conocimiento y las técnicas. Y ha de ser aliñada con los Yamas y Niyamas. Es decir, con la actitud y la ética. Nos recuerdan los 8 pasos del sendero del yoga, según Patanjali: yama, niyama, asana, pranayama, prathyahara, dharana, y samadhi.

3.-La compañía de los Dásas (sabios) virtuosos.
                El tercer requisito que necesitamos para alcanzar la meditación es esa compañía, de la gente que está haciendo o ha hecho este trabajo antes que nosotros. No digo estar pegados a ellos constantemente. Los tenemos que tener presentes, no perderlos de vista, porque nuestro recorrido no va a ser lineal. Podemos estar en la cresta de la ola y ahí nuestra mente nos seduce y nos dice que el yoga, o el trabajo que tú estás realizando es la bomba y que tú eres grande. Y puede ocurrir que, precisamente, entonces te vienes abajo. Y la mente aprovecha para desanimarte. Te dice: “eres un inútil, no vales para nada, este trabajo de interiorización no sirve para nada, no funciona” etc.  Basta que te lo creas para que abandones. Esto pasa. Si tienes alguien cerca te puede decir en qué situación estás, animarte y apoyarte.
4.- Disciplina Amorosa
                El cuarto requisito sería la disciplina. Antes, yo entendía la disciplina como algo forzado, desagradable. Para sostener nuestro trabajo en el tiempo, ese sentido no nos interesa. Tiene que ser algo autoimpuesto, algo que venga de dentro. Que sea exigente pero amorosa contigo. Que te pidas lo justo y necesario y que sea gustosa. Si me siento a meditar 10 minutos y empiezo a sentirme agobiado, mejor dejarlo. Más vale 5 minutos bien, que 20 mal. El tiempo no es lo determinante en la práctica, sino la actitud. Sentirse bien es importante porque de lo contrario ¿cómo vamos a sostener la práctica en el tiempo? El yoga no se da en una actitud incómoda. Si no estamos contentos, relajados, estamos tensos. Si estamos tensos, no hay yoga. Si estás en la fase eufórica mantendrás la disciplina, pero qué pasará si estás en fase de bajón? Mantén la disciplina amorosa, a tu ritmo. Los ritmos internos son distintos que los ritmos externos. Los estímulos de fuera, las imágenes, los ruidos, los sonidos, van muy deprisa y son antinaturales.
5. Paciencia
                La paciencia es clave. Los ritmos de la interioridad son diferentes, llevan otra dinámica. Por eso, necesitamos paciencia. Preparar el terreno, sembrar como el campesino, abonar, cuidar lo sembrado, y esperar la cosecha. Sin esperar fuegos artificiales o cosas extrañas. Los pies en la tierra. Nada de alucinar, ni expectativas a corto plazo. Nuestra mente nos va a meter prisa para la cosecha. Una vez, en Cestona, ví a una persona que me dijo: “a mí, esto del yoga no me convence. Llevo aquí muchos años, y no veo poderes por ninguna parte”. No necesitamos más poderes de los que tenemos. Pásate un sábado por la tarde en un centro de minusválidos, y verás todos los poderes que tienes y ellos no. Buscar poderes no es el camino, ya los tienes. Los poderes, si es que aparecen, son pruebas. Pruebas para nuestra personalidad, para nuestro egoísmo. Cuidado en cómo utilizamos nuestros poderes. Los utilizamos desde el amor o desde el egoísmo. Así que mucho cuidado cuando se tiene poder, porque hay siempre el riesgo de utilizarlo mal. Si los poderes son tu objetivo, estás utilizando mal este trabajo. No es una actitud correcta. Los poderes no nos llevan a la meta. Nuestro poder es ser, cada día, más neutral. Y esto se consigue con el silencio. Sin pensar, sin juzgar, sólo estar. Estar presente. Y eso aparece en la meditación.
                Nuestro empeño tiene que estar en poner la mente dónde y cómo nosotros queremos posicionarla. Sin análisis, sin reflexión. Por eso digo neutral: una mente silenciosa, contemplativa. A veces tener muchos conocimientos, es contraproducente. Cuántos más datos tiene la mente, más puede confundirse. Por ejemplo, cuando voy al monte y en el grupo aparece una nueva persona, no necesito saber mucho de ella para pasar ese día con él. Hay algunas personas que empiezan a preguntarle: de dónde es, en qué trabaja, si tiene hijos, si está divorciado, casi hasta cuánto cobra. Pero, no necesitamos nada de eso. Cuantos más datos tiene la mente, más capacidad para juzgar. Ese conocimiento no hace más que distraernos, nos impide el silencio. La mente tiene que estar dónde nosotros queremos que esté. Si no concentramos la mente, no podremos entrar en estado de contemplación. No podremos ser respetuosos, ni amorosos, ni generosos, ni justos. Por ello, insisto en la idea de apoyarnos en los Dásas o maestros virtuosos. Los maestros, si son maestros de verdad, tendrán que tener tres cualidades.
1.       Podrán transmitir conocimiento desde la experiencia. No es lo mismo transmitir el conocimiento intelectual que transmitir el conocimiento desde la experiencia. Un conocimiento sin experiencia es estéril. En cambio, el conocimiento experiencial tiene otra vibración, basada en la resonancia.  Y esa vibración es la que puede resonar en ti. Eso es lo que nos transforma. A veces, en Cestona, nos pasa que vemos algo como evidente, resonamos, aunque después no sepamos transmitirlo a otras personas. Cuando no sabemos desde la experiencia, sólo podemos teorizar, replicar.  Los maestros tienen ese poder, parece que encuentran las palabras justas y necesarias para resonar en ti. Justo las que necesitas. Por eso se suele decir que uno sólo puede hablar de aquello que sabe. Su palabra es poderosa.


2.       Hacer de la palabra, un estímulo.
El maestro estimula. Se trata no sólo del estímulo vibratorio, sino del estímulo anímico. De tal manera que resulte atractivo para ti, hacer este trabajo. Y necesitamos oir muchas veces las mismas palabras, de diferentes maneras para reorientarnos hasta la meta de manera atractiva.

3.       Transmitir con Presencia.
 No se trata de que vaya a aparecer una entidad con forma y colores alucinantes. No. Yo suelo decir que la Presencia es como un abrazo, un abrazo de la madre, incondicional. No te pregunta nada, no te pide nada, no te reclama nada, te acoge y tú ante eso te sientes protegido, pleno, unido, formas parte de él. La presencia es algo así como un abrazo de la madre divina. Cuando consigues esa presencia y te expresas desde ella, eso es transformador. Cuando cerramos los ojos, nos damos cuenta de la vida que somos, que participamos de ella, que estoy vivo aquí y ahora. Despertamos esa vida a través de la conciencia. Y de aquí surge la Dicha. Esa dicha es un abrazo que te estimula para seguir practicando. En sánscrito: Sat-chit-Ananda, Vida, Conciencia y Dicha.
        Resumiendo esta charla, recordemos el primer requisito para mantener la meditación en el tiempo. Es decir, conocer la finalidad única: el Ser, el Sua Dharma, conocer el objetivo, tu deber u objetivo en esta vida, el dharma personal. Para conseguir tu Sua Dharma, necesitaras dos elementos que se dan al final del sendero: una actitud de servicio, de compartir, colaborar con los demás, de ayudarles a que encuentren su Sua Dharma y una actitud de rendición, para ser canal de lo que está más allá de tu personalidad. Eso te convertirá en maestro y se dará en la medida en que practiques sosteniendo esa práctica en el tiempo. Para llegar allí, necesitarás el método. Éste tiene que ser coherente, lógico y sencillo. Reuniendo los tres pasos: Bhávana,  Karma y Dhyana.   El método tiene que ser sintetizado en dos elementos, paz interior y silencio interior. Toda práctica ha de contar con esa paz y silencio interior, sino no es yoga. Después, disciplina y disciplina amorosa.  Luego, sencillez, los pies en la tierra, no tienes que destacar, ni ser nadie especial. La gente grande es sincera y sencilla, pasa desapercibida. También necesitaremos paciencia, capacidad de espera, constancia, confiar y trabajar con el tiempo. Por último, la compañía de los maestros o dásas virtuosos que nos ayuden a no perder la orientación hacia la meta y nos acerquen a la fuente. Todos estos elementos son claves e insustituibles para alcanzar el Yoga.
Ahora, me gustaría terminar con unas palabras de Lao Tsé, que significa, magistralmente, todo lo que he explicado.  unca me he despegado de ellas.
“No creas que porque meditas silenciosamente estás planificando tu mente. La claridad de la mente, no se alcanza con sólo huir del mundo. Cuando honras a tus padres, ames a tus hijos, ayudes a tus hermanos, seas leal con tus amigos, cuides a tu pareja con devoción, trabajes con alegría y asumas tus responsabilidades. Cuando practiques la virtud sin exigirla primero a los demás, cuando aunque comprendas las verdades supremas mantengas una forma ordinaria de proceder, entonces y sólo entonces, habrá claridad en tu mente, y sabrás que tu forma de meditar, es la correcta”.