CHARLA: Algunos requisitos indispensables para la Meditación
Ramón Martínez (PUSHAM)
Escuela Sanatana Dharma, Mendillorri, 6-8-2018
Hoy
vamos a hablar de la meditación. Los que pasáis por Cestona y escucháis a
Madhava, habréis oído que la única técnica del yoga es la meditación. Todas las
demás técnicas son preparatorias. Voy a hacer yoga, está bien dicho, pero hacer
yoga va encaminado a la meditación. Para ello, necesitamos sentarnos,
prepararnos para meditar y alcanzar ese estado de unión consciente con lo que
somos. Yoga, es alcanzar ese estado de unión consciente, porque unidos, ya
estamos, siempre hemos estado, siempre hemos sido lo mismo. ¿Alguien ha sido
otra cosa? En esencia, siempre hemos sido lo mismo. Pero, ahora, nos falta
añadir a esa unión, el aspecto conciencia. Tenemos que despertar esa
conciencia, para hacernos conscientes de esa unión. Para ser más conscientes,
necesitamos un protocolo de trabajo. Cada día tengo más claro que eso que
somos, ya nos hemos venido dando cuenta en diferentes momentos de nuestra
existencia, aunque no lo hayamos reconocido como tal, porque no teníamos
referencia. Sin embargo, el yoga, o al menos el estado inicial del yoga, es
mucho más familiar de alcanzar, de lo que a veces, la mente nos cuenta.
Venía,
hoy, con la idea de hablar sobre algunos de los requisitos necesarios para
alcanzar la meditación. El mayor enemigo que tenemos es nuestra mente. El mayor
enemigo no está en la calle, no está fuera, no son los demás. El mayor enemigo
está dentro y es nuestra mente. Nuestra mente no quiere que hagamos este
trabajo, no quiere que le quitemos protagonismo, no quiere que le pongamos en
un segundo nivel. Por eso, todas las técnicas de yoga, deben llevarnos a hacernos
dueños de nuestra propia mente. En
realidad, nuestra mente, por un lado es nuestro peor enemigo, pero por otro, es
nuestro aliado más necesario para alcanzar la meditación. Se suele decir, en el
yoga, que la mente es el mayor poder del
universo. Pero si tenemos a la mente en el campo contrario, se convierte en
nuestro peor enemigo. En realidad, todos los cursos que se realizan en el
Ashram o en nuestras escuelas, si algo tienen en común, es: enseñarnos a pensar y a pensar bien.
Pensar bien es pensar lo que
quiero, cuándo quiero, y cómo quiero.
Esto no es
sencillo. Si algo nos has enseñado Madhava a lo largo de los años es: Aprender a pensar, a pensar bien y hacer
que la mente sea nuestro aliado. Una de las estrategias de la mente para
confundirnos, es decirnos que somos lo que no somos. La mente suele usar dos
estrategias. Una de ellas, consiste en seducirnos, en decirnos que somos la
repera. Uno se lo cree y va ejerciendo ese personaje fantástico por la vida. Eso
no es yoga. La otra estrategia, es dejar de creerte ese personaje. Pero, si
dejas de creerlo, la mente, al final, te asusta, te mete miedo. Ahí estamos lejos del yoga también. Y en el miedo, estamos siempre lejos del yoga.
Ni tanto, ni tan calvo. Por eso, tenemos
que hacernos dueños de la mente, sí o sí.
Una de las
grandes mentiras que nos dice la mente y que se ha convertido en una pandemia,
consiste en hacernos creer que nosotros somos la mente. Tanto es así que alguien ha dicho, y se le ha
considerado como una buena referencia : “Pienso,
luego existo”. Y eso no es más que la respuesta a la creencia que yo soy la
mente y su función es pensar que existo.
La visión del yoga es a la inversa. Existo, y porque existo, pienso,
puedo pensar. Por eso, tenemos que dirigir, controlar, y concentrar la mente y
eso nos llevará a la meditación. Una vez sostenida la meditación, ésta nos
llevará al samadhi y el samadhi nos conducirá a la realización
del ser.
Es
decir, primero, tengo que conocer aquello que quiero alcanzar. Para conocer eso
que quiero alcanzar, me tengo que servir de algún conocimiento, necesitamos a
alguien que previamente haya hecho ese trabajo, vaya por delante de nosotros y
nos lo enseñe. Aquí el Maestro tiene su protagonismo, su valor, su función, su
porqué. Después, ese conocimiento tenemos que hacerlo nuestro. Hacerlo nuestro
significa no que sea una cosa intelectual, si no descubrir ese conocimiento en
nosotros, Y eso sólo lo podemos hacer a través de nuestra práctica, de la
experiencia. Cuando ese conocimiento lo descubrimos en nosotros, es nuestro.
Ahora, ya sabemos. Ahora ya, conocemos el estado de yoga. Cualquiera nos puede
rebatir lo que sea, pero ya tenemos esa experiencia. Quizás haya sido un
momento muy fugaz, pero ya tenemos una referencia. Y mantener esa referencia en
la práctica, no es alucinar.
Recuerdo
cuando yo empecé a hacer meditación, que la mente te cuenta muchas películas.
La mente te cuenta maravillas de lo que va a ser la meditación y de cómo se va
a transformar tu vida a través de la meditación. Maravillas inalcanzables.
Inalcanzables muchas veces en la forma y en el tiempo. Si persistes en el
tiempo, se irá revelando la verdad, poco a poco, eso que permanece. Y eso que
permanece es más sencillo de lo que la mente cree. A veces, estamos meditando,
esperando a que ocurra no se sabe qué, dependiendo de lo que a cada uno le dice
la mente. Y precisamente, si algo ha de acontecer es: nada. El
estado de nada es el estado de meditación. Ni ver cosas extrañas, ni
oir voces extrañas, ni mensajes para dar a mis alumnos, sólo estar. Estar es nada, y que tu conciencia esté presente. En la
medida en que eso se va dando, esa presencia, entonces nos vamos transformando.
Cuando
salimos de la meditación, parece que hemos perdido el tiempo, porque pensamos
que no ha ocurrido nada que yo esperara que ocurriera. Sin embargo, ese “nada”
es lo que nos va a ir transformando en el tiempo. Nos va a ir dando mayor
capacidad de conciencia, aquí y ahora, así como mayor capacidad de rendición,
aquí y ahora. La palabra mágica es rendición
porque te conviertes en un canal. Un canal de lo que vas necesitando para
que te llegue y te rindes a lo que los demás, por ejemplo, tus alumnos demandan
a través tuyo. Por eso, se dice que el maestro aprende mucho más que los
alumnos. Al rendirse, y ser canal de lo que los otros demandan, todo lo que
llega se convierte también en el propio beneficio del maestro. Esto se consigue
a través de sostener la práctica en el
tiempo, aquí está la mayor de las dificultades, ya que si algo tiene la
mente para liarnos, confundirnos y tentarnos, es el tiempo. La mente es la
creadora del tiempo. Ni más, ni menos.
Uno puede tener momentos de euforia, una gran
disposición y realizar su práctica diaria con gran entusiasmo, su esfuerzo, su
trabajo. Pero, ¿por cuánto tiempo? ¿1 año? ¿9 años? En mi caso, al principio,
veníamos todos los fines de semana a Cestona, en viajes de más de 8 horas, que
suponían un gran desgaste físico, sin hablar del psíquico. Pero, ¿qué pasó? que
lo hice desde un momento de euforia. Y lo que ocurrió fue la ley del péndulo.
Es decir, que te pasas al otro extremo, por saturación. Y dejas de venir a Cestona por saturación.
Así que los eufóricos tienen que tener cuidado y bajarse de esa euforia cuanto
antes, y los que están desanimados tendrán que buscar estímulos cuanto antes. Así, como decía Buda, mejor seguir el camino de en medio, a la hora
de tomar cualquier decisión.
Hoy vamos a
hablar de algunos pasos claves para sostener la meditación en el tiempo.
1.- El propósito más elevado que tenemos es
el yoga, es decir, la realización del ser.
Éste es el
primer requisito. Mientras no entendamos y comprendamos que ése es el objetivo
más prioritario, el sentido más elevado de la vida, la meditación está en
riesgo. Al principio, esto no va a ser posible. Pero con tu práctica diaria,
cada vez estarás menos influido por los estímulos externos. Muchas veces le he
oído decir a Madhava: “tú haz lo que quieras, pero siempre tienes que tener
tiempo para la meditación”. Para meditar
siempre hay tiempo, y el resto para lo demás. Esto depende de tu escala de
valores. Y la escala de valores depende de tu comprensión del sentido de la
existencia. Hasta no comprender que venimos aquí, encarnamos, y que todo lo que
nos pasa, todas nuestras decisiones que tomamos, todas nuestras experiencias
que vivimos, todas las personas con las
que nos encontramos: familia, amigos, pareja, hijos, etc… no son más que un
elemento estimulador para hacer este trabajo, la meditación está en riesgo. Yo
vengo aquí para aprender de la vida, a través de todo lo que me encuentro. Si no llegamos a comprender esto, la
meditación está en peligro, y no podemos alcanzar el Yoga. Esto tiene que ver,
también, con el Bhávana. Bhávana significa
primero, el acercamiento intelectual a la unidad, y después llegar a la compresión y percepción
de esa unidad que subyace en todos los seres vivos, en nosotros, en todas las
cosas y en todas partes.
2.-El método
Una
vez conocido el objetivo, necesitamos un método. Existen muchos métodos en
estos tiempos. Infinitos métodos, como infinitos nombres de yoga. Pero no todos
son válidos porque muchos se han llevado al mundo de la competición, como
ocurre con las artes marciales, y además han perdido la esencia, el objetivo
fundamental, que nada tiene que ver con la competición. Nosotros, tenemos un
método, que es el Sudha Raya Yoga. Y este
método consta de tres elementos que lo remarcan. Es un método sencillo,
coherente, y lógico. Es sencillo, alcanzable para cada uno de nosotros.
Al principio, no vemos la coherencia, vemos las partes aisladas. Las asanas por
un lado, el pranayama por otro, la filosofía por otro, los chacras etc. Pero
después, poco a poco, alcanzamos la visión global de la ciencia del yoga, donde
todo encaja perfectamente. El Sudha Raya Yoga, sintetiza todo. Todo
está, absolutamente, ordenado y con una lógica total. Sólo es el factor tiempo lo que nos puede llevar al fracaso.
Para
desarrollar este método, no se necesitan grandes habilidades, o un gran nivel
de inteligencia. He visto a personas con grandes habilidades intelectuales que
se han quedado por el camino. Y me veo a mí, que no tengo grandes habilidades,
y sigo aquí. La clave no es la inteligencia, el nivel de erudición, u otras
habilidades, la clave es tener la capacidad sostener la práctica, la meditación
en el tiempo.
El Sudha Raya Yoga consta
de tres elementos: Bhávana, Karma y Dhyana. Si no están presentes los tres, no
podemos alcanzar la meta. Si no están
presentes, el método no funciona.
Bhávana: Es el conocimiento, comprensión y estudio
de la verdad. Para obtener ese conocimiento, alguien externo nos tiene que
ayudar, por lo menos al principio, por eso es necesario un maestro. Ese estudio
lo llamamos: Yoga Brahma Vidya .Yoga es unión, Brham es el Absoluto, y Vidya es el conocimiento de la verdad que
subyace en todo. Ahora bien, ese estudio no es sólo teórico, sino también técnico.
Karma : El karma tiene que ver con las técnicas. Tengo que vivir ese
conocimiento aprendido en mí mismo. El yoga es vivencial. Tienes que encontrar
el yoga dentro de ti. Y eso se hace despertando la conciencia. Ahora, la gente
dice: “hago yoga”. Pero, en realidad, sólo hace técnicas de yoga. Tendrá que
haber unas técnicas adecuadas. Tendrá que haber un proceso progresivo,
coherente, lógico. No cualquier técnica de yoga sirve. Como dice Madhava, las
técnicas por sí mismas, no son inteligentes.
Dhyana: Es la meta en sí misma y tiene que ver con la meditación.
La meditación sintetiza todo el trabajo previo, el conocimiento y las técnicas.
Y ha de ser aliñada con los Yamas y Niyamas. Es decir, con la
actitud y la ética. Nos recuerdan los 8 pasos del sendero del yoga, según
Patanjali: yama, niyama, asana,
pranayama, prathyahara, dharana, y samadhi.
3.-La compañía de los Dásas (sabios) virtuosos.
El tercer
requisito que necesitamos para alcanzar la meditación es esa compañía, de la gente que está haciendo o ha hecho este
trabajo antes que nosotros. No digo estar pegados a ellos constantemente. Los
tenemos que tener presentes, no perderlos de vista, porque nuestro recorrido no
va a ser lineal. Podemos estar en la cresta de la ola y ahí nuestra mente nos
seduce y nos dice que el yoga, o el trabajo que tú estás realizando es la bomba
y que tú eres grande. Y puede ocurrir que, precisamente, entonces te vienes
abajo. Y la mente aprovecha para desanimarte. Te dice: “eres un inútil, no
vales para nada, este trabajo de interiorización no sirve para nada, no
funciona” etc. Basta que te lo creas
para que abandones. Esto pasa. Si tienes alguien cerca te puede decir en qué
situación estás, animarte y apoyarte.
4.- Disciplina Amorosa
El cuarto
requisito sería la disciplina. Antes,
yo entendía la disciplina como algo forzado, desagradable. Para sostener
nuestro trabajo en el tiempo, ese sentido no nos interesa. Tiene que ser algo
autoimpuesto, algo que venga de dentro. Que sea exigente pero amorosa contigo.
Que te pidas lo justo y necesario y que sea gustosa. Si me siento a meditar 10
minutos y empiezo a sentirme agobiado, mejor dejarlo. Más vale 5 minutos bien,
que 20 mal. El tiempo no es lo determinante en la práctica, sino la actitud.
Sentirse bien es importante porque de lo contrario ¿cómo vamos a sostener la
práctica en el tiempo? El yoga no se da en una actitud incómoda. Si no estamos
contentos, relajados, estamos tensos. Si estamos tensos, no hay yoga. Si estás
en la fase eufórica mantendrás la disciplina, pero qué pasará si estás en fase
de bajón? Mantén la disciplina amorosa, a tu ritmo. Los ritmos internos son
distintos que los ritmos externos. Los estímulos de fuera, las imágenes, los
ruidos, los sonidos, van muy deprisa y son antinaturales.
5. Paciencia
La paciencia
es clave. Los ritmos de la
interioridad son diferentes, llevan otra dinámica. Por eso, necesitamos
paciencia. Preparar el terreno, sembrar como el campesino, abonar, cuidar lo
sembrado, y esperar la cosecha. Sin esperar fuegos artificiales o cosas
extrañas. Los pies en la tierra. Nada de alucinar, ni expectativas a corto
plazo. Nuestra mente nos va a meter prisa para la cosecha. Una vez, en Cestona,
ví a una persona que me dijo: “a mí, esto del yoga no me convence. Llevo aquí
muchos años, y no veo poderes por ninguna parte”. No necesitamos más poderes de los que tenemos. Pásate un sábado por
la tarde en un centro de minusválidos, y verás todos los poderes que tienes y
ellos no. Buscar poderes no es el camino, ya los tienes. Los poderes, si es que
aparecen, son pruebas. Pruebas para nuestra personalidad, para nuestro egoísmo.
Cuidado en cómo utilizamos nuestros poderes. Los utilizamos desde el amor o
desde el egoísmo. Así que mucho cuidado cuando se tiene poder, porque hay
siempre el riesgo de utilizarlo mal. Si los poderes son tu objetivo, estás
utilizando mal este trabajo. No es una actitud correcta. Los poderes no nos
llevan a la meta. Nuestro poder es ser,
cada día, más neutral. Y esto se consigue con el silencio. Sin pensar, sin
juzgar, sólo estar. Estar presente. Y eso aparece en la meditación.
Nuestro empeño
tiene que estar en poner la mente dónde y cómo nosotros queremos posicionarla.
Sin análisis, sin reflexión. Por eso digo neutral: una mente silenciosa, contemplativa.
A veces tener muchos conocimientos, es contraproducente. Cuántos más datos
tiene la mente, más puede confundirse. Por ejemplo, cuando voy al monte y en el
grupo aparece una nueva persona, no necesito saber mucho de ella para pasar ese
día con él. Hay algunas personas que empiezan a preguntarle: de dónde es, en
qué trabaja, si tiene hijos, si está divorciado, casi hasta cuánto cobra. Pero,
no necesitamos nada de eso. Cuantos más datos tiene la mente, más capacidad
para juzgar. Ese conocimiento no hace más que distraernos, nos impide el
silencio. La mente tiene que estar dónde nosotros queremos que esté. Si no
concentramos la mente, no podremos entrar en estado de contemplación. No
podremos ser respetuosos, ni amorosos, ni generosos, ni justos. Por ello,
insisto en la idea de apoyarnos en los Dásas
o maestros virtuosos. Los maestros, si son maestros de verdad, tendrán que
tener tres cualidades.
1. Podrán transmitir conocimiento desde la
experiencia. No es lo mismo transmitir el conocimiento intelectual que
transmitir el conocimiento desde la experiencia. Un conocimiento sin
experiencia es estéril. En cambio, el conocimiento experiencial tiene otra vibración,
basada en la resonancia. Y esa vibración
es la que puede resonar en ti. Eso es lo que nos transforma. A veces, en
Cestona, nos pasa que vemos algo como evidente, resonamos, aunque después no
sepamos transmitirlo a otras personas. Cuando no sabemos desde la experiencia,
sólo podemos teorizar, replicar. Los maestros
tienen ese poder, parece que encuentran las palabras justas y necesarias para
resonar en ti. Justo las que necesitas. Por eso se suele decir que uno sólo
puede hablar de aquello que sabe. Su palabra es poderosa.
2. Hacer de la palabra, un estímulo.
El maestro
estimula. Se trata no sólo del estímulo vibratorio, sino del estímulo anímico. De
tal manera que resulte atractivo para ti, hacer este trabajo. Y necesitamos oir
muchas veces las mismas palabras, de diferentes maneras para reorientarnos
hasta la meta de manera atractiva.
3.
Transmitir
con Presencia.
No
se trata de que vaya a aparecer una entidad con forma y colores alucinantes.
No. Yo suelo decir que la Presencia es como un abrazo, un abrazo de la madre,
incondicional. No te pregunta nada, no te pide nada, no te reclama nada, te
acoge y tú ante eso te sientes protegido, pleno, unido, formas parte de él. La presencia es algo así como un abrazo
de la madre divina. Cuando consigues esa presencia y te expresas desde
ella, eso es transformador. Cuando cerramos los ojos, nos damos cuenta de la
vida que somos, que participamos de ella, que estoy vivo aquí y ahora.
Despertamos esa vida a través de la conciencia. Y de aquí surge la Dicha. Esa dicha es un abrazo que te estimula para
seguir practicando. En sánscrito: Sat-chit-Ananda, Vida, Conciencia y Dicha.
Resumiendo esta charla, recordemos el
primer requisito para mantener la meditación en el tiempo. Es decir, conocer la
finalidad única: el Ser, el Sua Dharma, conocer el objetivo, tu
deber u objetivo en esta vida, el dharma personal. Para conseguir tu Sua Dharma, necesitaras dos elementos
que se dan al final del sendero: una
actitud de servicio, de compartir, colaborar con los demás, de ayudarles a
que encuentren su Sua Dharma y una actitud de rendición, para ser
canal de lo que está más allá de tu personalidad. Eso te convertirá en maestro
y se dará en la medida en que practiques sosteniendo esa práctica en el tiempo.
Para llegar allí, necesitarás el método.
Éste tiene que ser coherente, lógico y sencillo. Reuniendo los tres pasos: Bhávana,
Karma y Dhyana. El método
tiene que ser sintetizado en dos elementos, paz interior y silencio interior. Toda práctica ha de contar con
esa paz y silencio interior, sino no es yoga. Después, disciplina y disciplina amorosa. Luego, sencillez,
los pies en la tierra, no tienes que destacar, ni ser nadie especial. La gente
grande es sincera y sencilla, pasa desapercibida. También necesitaremos paciencia, capacidad de espera,
constancia, confiar y trabajar con el tiempo. Por último, la compañía de los maestros o dásas virtuosos que nos ayuden a no
perder la orientación hacia la meta y nos acerquen a la fuente. Todos estos
elementos son claves e insustituibles para alcanzar el Yoga.
Ahora, me gustaría terminar con unas palabras de Lao Tsé, que significa,
magistralmente, todo lo que he explicado. unca me he despegado de ellas.
“No creas que porque meditas silenciosamente
estás planificando tu mente. La claridad de la mente, no se alcanza con sólo
huir del mundo. Cuando honras a tus padres, ames a tus hijos, ayudes a tus
hermanos, seas leal con tus amigos, cuides a tu pareja con devoción, trabajes
con alegría y asumas tus responsabilidades. Cuando practiques la virtud sin
exigirla primero a los demás, cuando aunque comprendas las verdades supremas mantengas
una forma ordinaria de proceder, entonces y sólo entonces, habrá claridad en tu
mente, y sabrás que tu forma de meditar, es la correcta”.